Cuentan que un día apareció frente a la puerta de la iglesia de San Juan Bautista un borbotón de agua; primero era poca y los pobladores la recogían sin problema. Después aumentó y poco a poco comenzó a entrar junto con los fieles a la iglesia, y con ellos salía; los acompañaba a sus casas. Hasta que cubrió por completo al pueblo de Tequesquitengo.
La única forma de ver la iglesia y los restos de los techos de teja de las casas es buceando.
Tequesquitengo aún es celoso con su iglesia. No cuenta con servicios especializados para bucear. Así que quien se aventura a conocer su tesoro escondido, lo hace "en clavada" o llevando su propio equipo.
Muchos visitantes llegan cada fin de semana a Teques atraídos por varios de sus imanes. Entre los preferidos están los deportes, como el esquí acuático, el vuelo en ultraligeros, el paracaidismo o los paseos en lancha.
Allí se hacen diversos torneos a lo largo del año y algunos festivales. El lugar cuenta con la infraestructura suficiente: hoteles y clubes de playa donde se puede pasar la noche y tomar un buen bronceado. También hay playas públicas. La gente hace su picnic sin pagar nada.